La Marita y el Juanito



Un poco antes que el reloj marcara las 05.45 horas, ella ya estaba en pie, siguiendo su tradicional rutina, alisa con suave minuciosidad su falda gris, se toma con sutil coquetería su cabello en un moño alto y se acerca muy despacio a la cama al lado de la suya. Ahí, sus ojos oscuros, brillan como la luna en el agua – ya apagué el brasero Marita, porque es peligroso, no se vayan a quedar dormi’os, y lleguen atrasa’os a la escuela, en la  mesa está la leche pa’ usted y el Juanito, comanse el pancito y tengan cuida’o al cruzar la calle, Marita no olvide, que no tienen que hablar con extraños, yo me tengo que ir – Al salir el viento le pega fuerte en el rostro, hace frío.  
Y  cruza Santiago, de poniente a oriente, como todos los días, para preparar el desayuno y llevar al colegio a unos hijos, pero, de otra madre.

Berenice
Esa mañana abrió los ojos, antes del despertador,  como lo había hecho durante las muchas mañanas de muchos años, miró hacia su lado izquierdo y aún él dormía, como quisiera quedarse un poco más en la cama – pensó.  Pero, él podría despertar y quizás quisiera tocarla, ese pensamiento la perturbó y puso silenciosa y rápidamente ambos pies en el suelo.
Al entrar a la ducha, quiso recordar, desde cuándo ésto estaba sucediendo, desde cuándo esa presencia, ese aroma, esa voz, ya no le eran gratos, desde cuándo, le temía .  Miró su cuerpo desnudo y aún quedaban amapolas en su piel, de tonos morados y rosados y vió que el paso de los años, empezaban a hacer mella en su figura, a pesar de eso, aún era hermosa.
Preparó el desayuno, él sentado al extremo de la mesa, sin decir palabra, sin mirarla siquiera, leía el diario, ella silenciosa y distante, lo observaba, bajó la mirada, ya que el pensamiento recurrente, otra vez hizo nido en su cabeza, que “algo” a él le sucediera, que un día, tocaran a su puerta y alguien la mirara tristemente y tomara su mano, ella entendería el mensaje y quizás lloraría un poco, y a la mañana siguiente, ya no estaría al lado izquierdo de su cama.
Él, de pronto dejó el periódico sobre la mesa y la sacó bruscamente de sus pensamientos, se puso de pie y tomó su chaqueta, dando vueltas se dirigió a la puerta, la miró y dijo – volveré.
Esa misma tarde ella se marchó…


Berenice

Un juego


Un juego de toques en silencio
en secreto
sin nombres
toques
sin manos
sin bocas
con palabras guardadas
en los pliegues de la piel
toques
musicales
sincronizados
ahogados
en las lenguas misteriosas
de la ausencia…

(fotografía: Martín toyé)