Esa mañana abrió los ojos, antes del despertador, como lo había hecho durante las muchas mañanas de muchos años, miró hacia su lado izquierdo y aún él dormía, como quisiera quedarse un poco más en la cama – pensó. Pero, él podría despertar y quizás quisiera tocarla, ese pensamiento la perturbó y puso silenciosa y rápidamente ambos pies en el suelo. Al entrar a la ducha, quiso recordar, desde cuándo ésto estaba sucediendo, desde cuándo esa presencia, ese aroma, esa voz, ya no le eran gratos, desde cuándo, le temía . Miró su cuerpo desnudo y aún quedaban amapolas en su piel, de tonos morados y rosados y vió que el paso de los años, empezaban a hacer mella en su figura, a pesar de eso, aún era hermosa.
Preparó el desayuno, él sentado al extremo de la mesa, sin decir palabra, sin mirarla siquiera, leía el diario, ella silenciosa y distante, lo observaba, bajó la mirada, ya que el pensamiento recurrente, otra vez hizo nido en su cabeza, que “algo” a él le sucediera, que un día, tocaran a su puerta y alguien la mirara tristemente y tomara su mano, ella entendería el mensaje y quizás lloraría un poco, y a la mañana siguiente, ya no estaría al lado izquierdo de su cama.
Él, de pronto dejó el periódico sobre la mesa y la sacó bruscamente de sus pensamientos, se puso de pie y tomó su chaqueta, dando vueltas se dirigió a la puerta, la miró y dijo – volveré.
Esa misma tarde ella se marchó…
Berenice