La Marita y el Juanito



Un poco antes que el reloj marcara las 05.45 horas, ella ya estaba en pie, siguiendo su tradicional rutina, alisa con suave minuciosidad su falda gris, se toma con sutil coquetería su cabello en un moño alto y se acerca muy despacio a la cama al lado de la suya. Ahí, sus ojos oscuros, brillan como la luna en el agua – ya apagué el brasero Marita, porque es peligroso, no se vayan a quedar dormi’os, y lleguen atrasa’os a la escuela, en la  mesa está la leche pa’ usted y el Juanito, comanse el pancito y tengan cuida’o al cruzar la calle, Marita no olvide, que no tienen que hablar con extraños, yo me tengo que ir – Al salir el viento le pega fuerte en el rostro, hace frío.  
Y  cruza Santiago, de poniente a oriente, como todos los días, para preparar el desayuno y llevar al colegio a unos hijos, pero, de otra madre.

Berenice